viernes, 29 de febrero de 2008

Blanco Argil, Un día le saludas y el otro ya no existe...








José Luis Blanco Argil con el gobernador Eduardo Bours y los colegas Enguerrando Tapia y Feliciano Guirado.

Del Diario de Guaymas a Dossier Politico
20 años en esto...
José Luis Blanco Argil fue columnista de este Dossier Político. El 2 de abril de 2004, en ocasión de cumplir dos décadas de ejercer el oficio escribió «20 años en esto»; cinco días después Arturo Soto Munguía lograría para este medio una estupenda entrevista con el periodista hoy desaparecido. Ambos trabajos, «20 años en esto» y «Vocación por el Martirio» se reproducen aqui como un homenaje póstumo al colega ido.

Dia de publicación: 2006-06-05

Un día como hoy, pero hace 20 años, cuando faltaban unos minutos para las 5 de la tarde, un grupo de alrededor de seis niños salieron de los talleres de El Diario de Guaymas, el periódico porteño de la tarde, para vocearlo ruidosamente por la avenida Serdán.

Era el 2 de abril de 1984. Al auditorio cívico municipal, ahora llamado «Fray Ivo Toneck», llegaba la puesta en escena de Electra con Ofelia Guilmáin; en la radio el locutor Jaime Honorio Valdez Altamirano hacía las delicias de las adolescentes con el grupo Menudo y «La Hora Menuda» desde los micrófonos de la XEDR; en el boxeo, Julio César Chávez era inigualable.

El vespertino guaymense incluía ese día 2 de abril un espacio que quería ser una columna con el nombre de Amenidades, bautizada a tiro por el director del rotativo de la familia Ramírez, Alejandro Ramírez Cisneros, conocido como El Profesor, quien pasados los años tenemos en él a un periodista de reconocido prestigio, con una voz autorizada por inteligente en las ondas hertzianas porteñas.

En aquel año de inicio, los talleres del periódico familiar era un mundo aparte en el que las mandaba cantar don Carlos Ramírez; a sus años, ya no le interesaba

ada que tuviera que ver con el área editorial, como impresor de prosapia que era. Mañana a mañana, don Carlitos, como le conocíamos, acomodaba una a una las piezas de metal, formando sílabas, palabras y líneas enteras, cabezas; sus movimientos rápidos mostraban que conocía cada pieza de aquel enorme rompecabezas al revés, del añorado sistema caliente que lleva a tantos recuerdos. A don Carlitos le echaba la mano uno de sus nietos, Juan Diego Ramírez Lizárraga.

Dentro del edificio, de calle 18 y avenida 16, laboraban los hermanos Ramírez; Alejandro, preparando la edición en una minúscula oficina de aluminio que le quedaba a la medida del cuerpo, y el área comercial Teresita y María Jesús; en la administración la rigurosidad de Sagrario del Carmen.

Pero la familia enfrentó serios problemas económicos que hizo que El Diario de todos quedara herido de muerte. En 1988 cerró sus puertas el último de los grandes diarios de Guaymas que le merecieron el calificativo de público culto al de principios del siglo pasado, el XX. La Gaceta de los Escobar tuvo la misma suerte.

Un año y medio duró aquella primera experiencia; hubo que ir a la universidad (aunque no parezca) y buscar nuevos horizontes. En agosto de 1985 conocí a José Luis Hernández Salas, cuando era subdirector de El Sonorense; me dio la oportunidad de incorporarme a ese equipo de profesionales pero también de amigos; me envió a las páginas de Josemaría Valecia. Junto con Hernández, las mandaban cantar Nacho Blancarte, Gustavo y Manuel Fernando López López y hasta Jaime Atondo. Igual, un año y medio y adiós

Control de Calidad:

Una tarde calurosa de junio de 1987, aparecí en el quicio de la puerta de Tabasco 77-1, sede de la polémica revista Opinión, para no irme sino hasta 1994 como subdirector. Ahí pasé de todo, pero lo que sobraba era calor y ganas de hacer periodismo. La escuela de esos años con Gustavo, José Luis y Manuel Fernando, no tiene comparación.

En esos primeros años en la revista, en un viaje a San Diego, decidí llegar a Tijuana para conocer el periódico Zeta, ya que los ojos de todos los periodistas estaban sobre él, después de su crecimiento, imparcialidad y el tratamiento que le dio al proceso electoral de 1989, cuando ganó Ernesto Rufo Appel del PAN, la primera gubernatura, la de Baja California, que perdía el PRI historiacamente. Me entrevisté con su director Jesús Blancornelas, ya que Héctor «El Gato» Félix ya había sido ultimado un año antes. Salí con la corresponsalía de Zeta en Sonora bajo el brazo.

En esa ocasión y en otros viajes conocí a todo el equipo del periódico como los hijos de don Jesús, los reporteros Sócrates Seamanduras, Raúl Durán Marín, Héctor Delgado, etc., todos convertidos en amigos con el paso del tiempo.

Recuerdo que fue un reportaje sobre «La operación manitas», que le costó la alcaldía a Carlos Humberto «Calolo» Robles Loustaunau, en abril de 1989, fue mi primer trabajo para el semanario.

El acuerdo con Blancornelas, co-director de ese semanario, sigue vigente, después de 15 años; eso, a pesar de que ha habido años en que se publica uno o dos reportajes de acontecimientos sonorenses.

Curiosamente, todo el año de 1993 estuve desempeñándome como reportero en el semanario De acá, de Sergio Torres. Regresé en enero de 1994 a mi casa Opinión, sólo para irme en junio en forma definitiva, no sin dolor.

Pero las anécdotas de 20 años ahí están, los sinsabores y obstáculos, los momentos buenos, los viajes y las lágrimas, entre los que puedo mencionar el Primer Premio Estatal de Periodismo 1999, en crónica, entregado por el Congreso del Estado, por la autoría del libro Sara Valle, serpientes y escaleras. Y también están los amigos.

Después a El Indepediente por un año completito, gracias a la confianza de Roberto Gutiérrez, por intervención de la colega Norma Alicia Pimienta; luego a la dirección editorial de La Prensa, de San Luis Río Colorado, a invitación de mi amigo Benjamín Flores González, quien dos años después caería inmolado por balas de la sin razón..

Un paseo por las oficinas gubernamentales: la SEC y el ayuntamiento de Guaymas; y viaje de ida y vuelta a Chiapas. Experiencias que había que ir a vivirlas.

Luego un periodo corto en la coordinación regional de Diario del Yaqui, al inicio del sexenio lopeznogalista.

Siguió un corto periodo en Crítica, del Pay Navarro, formando parte de los opinadores estrellas que en ese tiempo empezaba a conformar y que ahora son una realidad.

Desde marzo de 2000, regresando del difícil momento guaymense, las puertas abiertas del semanario Tiempo, lo que significó una mano amiga extendida en momentos adversos, la de un hombre de gran corazón, Alejandro Oláis Olivas. Y actualmente, bajo la tutela del catrín del periodismo, Oscar Castro, en su Dossier Político que cada vez extiende más sus horizontes.

Fleje final:

En estos veinte abriles, se amontonan las anécdotas, se suman los amigos, se definen los que no; pero sobre todo, se reafirman las ganas de continuar, después de un periodo adverso de salud en la vida personal.

Salida:

Gracias a los amigos, a la familia y a los editores. Vamos por más.


No somos nada, dirían los clásicos.

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